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El estudio de la Fundación Oceanogràfic en colaboración con el ICM-CSIC evidencia que, a mayor profundidad de captura y mayor tamaño de los animales, más grave es la afección

Redacción Valencia Capital Radio

Un estudio de la Fundación Oceanogràfic  elaborado en colaboración con el Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona y publicado recientemente en la revista Conservation Physiology, aporta nueva información sobre el síndrome de descompresión, o enfermedad del buceador, asociado a las tortugas marinas que quedan atrapadas de forma accidental en las redes de arrastre y de enmalle. 

Los resultados del trabajo, en el que también han participado investigadores de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) y la Texas A&M University Corpus Christi, muestran que más de la mitad de las tortugas, un 54%, sufren la enfermedad tras ser capturadas, y que, a mayor profundidad de captura y mayor masa corporal de los animales, más grave es la afección. 

A modo de ejemplo, el trabajo expone que una tortuga capturada con una red de arrastre a unos 100 metros de profundidad, tiene aproximadamente un 50% de probabilidad de morir, mientras que el porcentaje es el mismo en el caso de las tortugas capturadas con redes de enmalle a unos 45 metros de profundidad. 

El trabajo aporta, además, información sobre otros factores de riesgo asociados a la captura accidental en tortugas procedentes de pesquerias de la Comunitat Valenciana.

En concreto,  el estudio se centra en la especie Caretta caretta, comúnmente conocida como tortuga boba, y subraya la importancia de conocer todos los factores de riesgo asociados a la captura accidental de estas tortugas catalogadas como “vulnerables” en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) con el objetivo de reducir la mortandad asociada a la actividad pesquera.

“Es importante disponer de instalaciones de recuperación como las del Oceanogràfic de Valencia para además de tratar a los animales afectados, poder seguir estudiando el verdadero impacto de esta enfermedad que afecta a las tortugas marinas a escala mundial. Conocer los factores de riesgo que llevan al desencadenamiento de la enfermedad, así como las consecuencias de padecer el síndrome descompresivo en estas especies, es vital para poder establecer medidas de gestión y mitigación que redunden en la conservación de las tortugas.  Esta información la generamos con los animales que recibimos para ser tratados en nuestro centro gracias a nuestra amplia red de colaboradores”, expone Daniel García-Párraga, director técnico de la Fundación Oceanogràfic.

Por su parte, Nathan Robinson, investigador del ICM-CSIC y coautor del trabajo destaca “la gran amenaza” que supone la captura accidental de las tortugas marinas. Y es que, asegura, “en el caso de la embolia gaseosa, si las tortugas no son tratadas debidamente, pueden morir pocos días después de ser capturadas”. Por ello, añade Robinson, “es imprescindible conocer la probabilidad de que una tortuga muera después de ser capturada de forma accidental para comprender el efecto real de la pesca sobre estos animales y tenerlo en cuenta en las políticas de gestión y conservación”.

La enfermedad del buceador en las tortugas marinas

Hasta hace pocos años, no había evidencias de que las tortugas marinas pudieran sufrir embolismo gaseoso como consecuencia de la actividad del buceo. Una afección similar a la enfermedad de descompresión que sufren los buceadores, pero para la que se pensaba las tortugas estaban totalmente protegidas.

Los investigadores de la Fundación Oceanogràfic descubrieron en 2014 que las tortugas atrapadas de forma accidental en redes de pesca podían llegar a morir por esta enfermedad, lo que abrió toda una nueva área de estudio. Estos trabajos detectaron embolia gaseosa gracias a los estudios de diagnóstico por imagen, el análisis de muestras de sangre, tejidos y órganos de 413 tortugas bobas atrapadas accidentalmente en redes de arrastre (303) y enmalle (110) frente a las costas de la Comunidad Valenciana.

Este hallazgo tuvo un gran impacto en la comunidad científica y también en la conservación de estas especies, ya que implica que muchas de las tortugas capturadas en las redes, y devueltas al mar, podrían morir poco después.

Desde entonces, numerosos trabajos han probado que ocurre lo mismo con el resto de especies de tortugas marinas estudiadas, lo que pone de relieve la necesidad de estudiar mejor la enfermedad para en primer lugar, tratar de minimizar el riesgo de descompresión en  las tortugas como consecuencia de la interacción pesquera, o en su defecto poder tratar a estos individuos en instalaciones como las del Oceanogràfic de la Ciutat de les Arts i les Ciències de Valencia.

“Que las tortugas capturadas con redes de enmalle tengan la misma probabilidad de morir aun siendo capturadas a menor profundidad se debe a que, generalmente, las redes de arrastre permanecen menos tiempo en el agua. Por ello, recomendamos que se calen las redes durante tiempos más cortos e intentando evitar los hábitats más frecuentados por las poblaciones adultas de tortugas”, apunta Robinson.

No obstante, insisten los autores, “este trabajo que redundará seguro en la conservación de las tortugas marinas ha sido posible gracias a la inestimable colaboración entre pescadores, investigadores, veterinarios, grupos locales e internacionales, así como con la gobernanza, de forma que podamos estudiar estas especies amenazadas con el fin de garantizar tanto su conservación como la sostenibilidad de la actividad pesquera”Andreas Fahlman añade “Para avanzar en ciencia necesitamos a la sociedad, pero la colaboración entre instituciones de investigación como la Fundación Oceanogràfic, ICM-CSIC, NOAA y la Texas A&M University Corpus Christi, ha sido fundamental para elaborar el trabajo y potenciar el alcance de sus resultados a todo el Planeta

Más de un centenar de tortugas ingresan cada año

Cada año llegan al Oceanogràfic más de un centenar de tortugas marinas, que han sido capturadas de manera accidental. Los pescadores ya conocen el problema y la solución y no las devuelven inmediatamente al mar, sino que facilitan el que puedan ser tratadas en la cámara hiperbárica de la Fundación Oceanogràfic antes de ser devueltas a aguas abiertas.

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