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Paco Lloret: «Un club desintegrado, un equipo de mínimos»

Paco Lloret

Se alza el telón de la nueva temporada y aparece el Valencia en el escenario con un equipo que huele a cadáver. Al final, Peter “destroyer” Lim se saldrá con la suya. Sus esfuerzos por terminar de hundir al club de Mestalla van mejor encaminados que en años precedentes. Las tres campañas en las que Lay/Lie Hoon ha ocupado la presidencia ha habido riesgo real de descenso. Si por ella fuera ya hace tiempo que habría desaparecido de Valencia, de hecho a la más mínima oportunidad se ausentó seis semanas sin dar explicación. Nosotros también querríamos que saliera para no volver, pero su capo no lo consiente, así que le toca aguantar y quedarse mientras asistimos espantados a un nuevo intento por culminar la destrucción del club, labor en la que se está aplicando más que nunca.

Esta terrible pesadilla no sería posible sin la decidida colaboración de algunos destacados cargos locales que se han subido al carro de Meriton con la fe de los conversos, deslumbrados por Singapur, ciegos por voluntad propia ante el expolio consentido de la entidad. Los/las bien pagados/as como Corona, Javier Solís e Inma Ibáñez encabezan el cartel de lo que algunos incautos creyeron que iba a ser el “poder local”, al que bautizaron con un anglicismo que me niego a reproducir. Ni pinchan ni cortan, se atribuyen facultades para cubrir el expediente de cara a la opinión pública, hacen el papel de figurantes y poco más

A punto de empezar la Liga 23-24, el valencianismo siente escalofríos ante lo que le espera por delante. El riesgo de catástrofe supera todo lo sufrido con anterioridad. Cuando todavía no se ha recuperado del susto del ejercicio anterior se encuentra con un presente angustioso, la penosa realidad que transmite una plantilla descompensada, sin reforzar y con un nivel mínimo de prestaciones. El Valencia es un club bloqueado por imposición del máximo accionista, mientras algunos no dan crédito a semejante exhibición de maldad, otros prefieren mirar hacia otro lado e ignorar la desesperante realidad.  

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